Por MSc. Ps. Felipe Rodríguez A.
La excesiva contaminación atmosférica es a menudo una consecuencia de políticas que no son sostenibles en sectores como el del transporte, la energía, la gestión de desechos y la industria pesada. En la mayoría de los casos, será también más económico a largo plazo aplicar estrategias que den prioridad a la salud debido al ahorro en los costos de la atención sanitaria, además de los beneficios para el clima. Dr. Carlos Dora, Coordinador de la OMS en el Departamento de Salud Pública y Medio Ambiente.
A medida que avanza el siglo XXI las preocupaciones con el medio ambiente adquieren suprema importancia. Nos enfrentamos a una serie de problemas globales que están dañando la biosfera y la vida humana de una manera alarmante, y que pueden volverse irreversibles. Cuando existe una importante concentración de contaminantes atmosféricos como monóxido de carbono, plomo, hidrocarburos, dióxido de carbono y ozono, entre otros, la salud de toda la población se ve afectada. Un ejemplo de ello, es lo que ocurre con el monóxido de carbono (CO) que entra rápidamente a la sangre, disminuyendo la cantidad de oxígeno que llega a los tejidos. A su vez, el ozono en altas concentraciones puede irritar los ojos, provocar falta de aliento, tos, náuseas y rigidez en el pecho y el dióxido de azufre es un irritante del conducto respiratorio superior y de los bronquios.
En tanto, mientras más se estudian los principales problemas de nuestra época, es más evidente que estos no pueden ser entendidos de forma aislada. Son problemas sistémicos, están interligados y son interdependientes. En este contexto la salud posee un espacio preponderante. Algunos autores como Jean Lebel, desarrollan más el concepto de salud sin definirla como la ausencia de enfermedad, sino más bien como una participación armónica en los recursos del medio ambiente, que permite a los individuos el desarrollo pleno de sus funciones y aptitudes. En este sentido difícilmente podremos mantenernos si, como explotadores que somos, no asumimos la responsabilidad por nuestra manera de relacionarnos con la naturaleza y quienes nos rodean.,
A pesar de que la visión actual de la salud es cada vez más compleja y amplia desde distintos frentes, los factores ambientales son hoy los que afectan de manera dramática la salud de mucha gente. La OMS estima que cerca de tres millones de niños mueren anualmente por causas relacionadas con el ambiente, y más de un millón de adultos muere por enfermedades o por accidentes relacionados con el trabajo. Entre el 80% y el 90% de los casos de diarrea son causados por factores ambientales. Entre 2.000 y 3.500 millones de personas, en los países en desarrollo, usan combustibles que emiten gases y otras sustancias dañinas. En las áreas rurales, la técnica de cría de animales es deficiente, y resulta en la propagación de enfermedades transmitidas por los animales y en la resistencia a los antibióticos.
Sumado a lo anterior, el uso extensivo de agroquímicos, no sólo contaminan el suelo y el agua, sino que ayudan en la generación de cáncer de diversos tipos en las familias que directamente trabajan con estos productos. Por otro lado, son cuestionables aún los peligros a la salud de quienes consumen frutas y verduras que pueden presentar restos de agroquímicos. Por ejemplo, el glifosato es el principal componente del herbicida denominado Roundup, que ha sido desarrollado por Monsanto, uno de los productos que mayores beneficios le genera a la compañía. Millones de hectáreas de tierras de cultivo, e incluso parques y aceras, se rocían con Roundup cada año, para matar las llamadas "malas hierbas" y llega a los productos con los que nos alimentamos. De esta forma, cubren nuestros parques, cultivos y alimentos. Esto, aunque ha sido clasificado por la OMS como “probablemente cancerígeno para el ser humano".
A pesar del panorama desalentador, hay soluciones para nuestros principales problemas, incluso algunas de estas soluciones son bastante simples, pero requieren de un cambio radical en nuestras percepciones, nuestro pensamiento y nuestros valores. De hecho, estamos ahora en el principio de este cambio fundamental de visión del mundo en la ciencia y en la sociedad. La humanidad necesita un nuevo enfoque que le permita efectivamente enfrentar el desafío sistémico que se presenta. Una vía es el cambio hacia una nueva ecología. La ecología rasa y antropocéntrica tradicional, ve a los seres humanos como situados arriba o fuera de la naturaleza, como la fuente de todos los valores, y atribuye sólo un valor instrumental, o de “uso”, a la naturaleza.
La ecología profunda, en cambio, no separa seres humanos del medio ambiente natural. Ella ve el mundo como una red de fenómenos que están fundamentalmente interconectados e interdependientes. La percepción de la ecología profunda es en definitiva una percepción espiritual. Cuando se entiende el espíritu humano, como el modo de consciencia en el cual el individuo tiene una sensación de pertinencia, de conexión con el cosmos como un todo, queda claro que la percepción ecológica es espiritual en su esencia más profunda.
Bajo esta mirada, la suma de nuestras acciones individuales, sin lugar a dudas puede contribuir a cambiar el mundo y nuestra realidad. Como seres humanos podemos tener radicales cambios de conductas, basados en nuestras creencias y experiencias. El día en que aprendamos a mirar más allá de nuestro propio beneficio, será el día que comencemos a curar nuestro planeta y por consecuencia, nuestra propia cura.