Por Ivonne Morales.
Mural Web por Raphael Jacques.
Cada espacio de la vida social es invadido por valores capitales. La facultad actual de recibir todo, suprime la habilidad de hacer. Mientras olvidamos cuando fue que renunciamos a la posibilidad de decidir…
Años ochenta, medio día en Norte América. James acababa de cenar y delinear su último trazo en una servilleta. La ingenuidad del mozo de turno se aproximaba junto a la bandeja de cuenta sin sospechar lo que sucedería-¡Estos son 100 dólares y este es mi arte!- decía James al camarero. Mientras le enseñaba un billete autentico y otro perfectamente dibujado con su propio rostro sustituyendo a Lincoln.
-Soy artista y he dibujado esto. Me ha costado muchas horas hacerlo y ciertamente vale algo. Le asignó un precio arbitrario que, por casualidad, coincide con su valor real: 100 dólares. De modo que usted tendrá que decidir si cree que esta obra de arte vale más o menos que este billete- El mozo atónito recibió el dibujo en lugar de los 100 dólares que Boggs debía pagar por su comida, dando rienda suelta a su nuevo sistema de intercambio. Así cada día, James Steve Boggs se sentaba en la mesa de un buen restaurante y, mientras degustaba el menú, dibujaba en su block, una servilleta o en el propio mantel, el billete con el que tenía previsto pagar la cuenta.
Con el tiempo fue convenciendo a maîtres, taxistas, vendedores y directores de hotel de Europa y Estados Unidos. En el 85 Boggs había logrado abonar700 billetes dibujados, supliendo transacciones de más de 35.000 dólares en esa época. Sin embargo, fue ahí que empezaron sus problemas. Boggs fue acusado de falsificación por reproducir billetes británicos sin el consentimiento del Banco de Inglaterra. Años después fue detenido en Australia por el mismo motivo.
Aunque finalmente James fue absuelto y un “Boggs” goza de gran prestigio en la actualidad, este particular caso evidencia la invasión del sistema de intercambio como determinante de todas las esferas sociales de la vida humana, la reducida posibilidad de generar o crear nuevas formas de sustento propio gracias a la sutil determinación de la distribución de recursos o servicios “escasos” que suplen nuestras necesidades básicas en la vida, como la comida, la vivienda, la energía e incluso el tiempo.
Como dice el humanista argentino Juan Drault “El poder sobre los recursos mediante la propiedad privada requiere de una serie de estamentos que avalen y defiendan de formas violenta esa propiedad” es así como sutilmente nuestra psicología individual, interacciones y quehaceres nos empujan a renunciar a la autonomía atrapados en esta sociedad hundida en una capital de valores preconcebidos.
El valor de hacer
Así como evidencia el caso de este artista visual, más allá de la mano de obra, el valor de lo que hagas siempre tiene precio preestablecido y uniforme en esta sociedad. Como un zapato estándar en cualquier tienda. La sensación de esclavitud y las denominadas “crisis vocacionales” se asocian directamente con el valor jerarquizado del trabajo, con sobrevaloraciones productivas que paradójicamente no son adjudicadas a las manos del obrero que extrae el metal o el agricultor que cultiva el alimento.
Que será del futuro entonces si todos aspiran a alcanzar el mayor valor. Todos aspiran ocupar el rol de la denominada “cabeza de la producción”, pero sin la mal valorada mano que hace estamos incompletos, si estos son los valores que se incuban en este sistema, nuestra aspiración económica sería improductiva, pero como se impone violentamente se convierte en inhumana.
¿No está bien hacer? ser artista, artesano, obrero o ayudar a que el pan llegue a los marginados, son vocaciones sin valor. Se hace “por amor al arte” con goce de admiración, porque si logras vivir de ello “vendes.”Aplaudimos hipócritamente la vocación de servicio, así como en el intercambio de la vida, el valor de los favores desinteresados, pero de ello no se pueden alimentar familias, de ello no se puede vivir. Entenderán porque durante la crisis del euro y la reducción de su poder, la inscripción en carreras universitarias “poco rentables” se incrementó en un 10 %.
Para que la economía crezca, debe existir a y b, si no la producción queda incompleta. Esta injusta distribución de valores abstractos, incluso el adjudicado a la moneda de cambio, repercute en la distribución de bienes materiales que se excusan en una supuesta “escases” de recursos, olvidando que el real problema sigue siendo el inmutable mecanismo de distribución y los reducidos casos de producción autónoma de bienes que se encuban en el desconocimiento. Es muy difícil encontrar un atisbo de igualdad en un mundo que se convirtió en el paraíso del monopolio comercial.
“El tiempo vale oro”
Por otra parte, aunque la noción de tiempo, al igual que la de dinero, es pura invención humana, la temporalidad determina la vida. Samuel Parnel dijo: “los hombres tienen ocho horas para trabajar, ocho horas para dormir y ocho horas que deben para ellos mismos” iniciando las luchas obreras que lograron reducción de las horas de trabajo.Parece justo, pero mañana y tarde (las horas más activas del día) se traducen en horas laborales que bordean las 1800 horas anuales, a las cuales se suman las conocidas horas extras. Adoptadas por más del 60% de los trabajadores en el mundo entero, que deciden laburar en exceso para incrementar ingresos y potenciar su “calidad de vida.”
Bancos de Tiempo: Las crisis sociales fomentan nuevos sistemas de intercambio y el tiempo ha sido una unidad de intercambio bastante utilizado. Este sistema consiste en el intercambio de horas de servicio.Uno de los pioneros en desarrollar experimentos sobre el banco del tiempo es Josiah Warren, en la famosa Cincinnati Time Store. Dicho proyecto inspiró a muchos anarquistas, sobre todo franceses y estadounidenses. Sin embargo, es una alternativa que solo se implementa en casos de emergencia.
Vivienda y Alimento.
Según bancos centrales, en los tres últimos años, el Índice de Precios de la Canasta familiar se incrementó anualmente entre el 3% y 20%. En América Latina la inflación es mucho más preocupante, siendo Argentina y Venezuela los países con mayor índice de aumento.
Sobrexplotación, alzas de precios, desajustes en la distribución de riquezas, deudas hipotecarias, indigencia son realidades normalizadas, las heridas de nuestro tan perfecto sistema económico fueron simplemente mecanizadas. La vida nos cuesta cada vez más cara, porque el monopolio de la producción de elementos básicos nos tiene presos y nosotros somos expertos en producir todos los medios para que este sistema continúe ¿pero que sabemos hacer para subsistir? No sabemos auto-sustentarnos, cultivar nuestro propio alimento, levantar un techo seguro, ni utilizar los recursos naturales con sabiduría como cualquiera de nuestros antepasados “menos civilizados.”
Aprender a recibir.
Ignorar la diversidad de las personas y convertirlas en objetos pasivos para el servicio de cualquier sistema es el mayor vicio de nuestra educación. (Pedro Aranda, educador).
La competitividad y el individualismo fueron incubados en la escuela con las calificaciones, así como la imposición de valores y la uní-direccionalidad de pensamiento, el maestro reparte conocimientos y el estudiante simplemente los recibe. La educación es otro sistema que debiese ser de intercambio (dar-recibir), desde la esfera del conocimiento, pero simplemente se enseña a recibir.
Y como parece que lo único que puede dar el estudiante es dinero. La educación en muchas partes del mundo es paga. Y en vez de ser un bien básico al servicio de todos, es negocio privado, estatal y la base de elitismos sociales de clase y calidad según precio. Así se aprende también a no recibir nada con confianza, si no se perdió algo importante antes, un recurso muy utilizado en los postulados de psicología de consumo descrita por Dan Ariel.
La escuela perdió su fin último al otorgar el conocimiento necesario para el desarrollo del sistema, olvidando las necesidades del ser humano. No aprendemos a producir nuevos recursos básicos para la vida, si no técnicas de reproducción que nos permiten estar al servicio de la producción ajena, aprendemos a trabajar para recibir, no para dar el primer paso y producir.
Durante años sabemos recibir, buscamos obtener una buena calificación, un título, estatus, amor, salud y, por supuesto, dinero. La igualdad no está en la distribución material de recursos escasos, si no en la repartición de conocimiento, un recurso absolutamente inagotable. Sólo al conocer la base de la producción de productos básicos en conjunto, el motor de la economía y acercarla al ciudadano común, es factible oportunidad crecer en conjunto sin brechas injustas que no nazcan de la propia elección.