Por Felipe Rodríguez Arancibia.
Destinos ciegos, acumulación, calles mundanas bañadas de indigencia, la soberanía del recurso inútil arrasa con la tierra, entonando el himno insostenible del desecho. Sobre-emisión de papeles y explotación de metales son base de un sistema de intercambio que cosecha la inconsciencia con el entorno más natural y personal. Encubando la necesidad de: Volver a los inicios, en busca de una economía a escala humana.
La riqueza y producción humana ha alcanzado ribetes impresionantes. Nunca antes en la historia de la humanidad ha existido tanta producción de riqueza económica y material, pero esta riqueza ha resultado en altos costos ambientales y sociales que hoy se hacen cada vez más insostenibles. Pobreza, miseria, desigualdad, contaminación atmosférica, deforestación, contaminación de ríos, lagos y mares, entre otras innumerables situaciones han sido los efectos del progreso. En la actualidad el 20% más rico de la población disfruta del 80% de la riqueza del planeta, esto principalmente concentrado en los países del norte, Estados Unidos, Europa, Australia, Japón y cada vez más en países llamados emergentes como lo son: Brasil, Rusia, la India, China.
Todo ese mal llamado “progreso” ha traído consigo, además de las diversas dificultades ya mencionadas, un aumento explosivo del poder adquisitivo, pero de manera desigual. Esto último podemos resumirlo en la famosa frase “los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres”. Este es un hecho de fácil constatación, se estima que en USA la riqueza combinada de las 400 personas de la lista de los más ricos en 2011 llega a $1,5 trillones de dólares, un promedio de valor neto de $3.800 millones de dólares. En otras palabras, este grupo considerado dentro del 1 % de la población de dicho país, posee el 40 % de la riqueza total de la nación. Los ingresos de este 1 % se han casi triplicado en los últimos 30 años. Mientras tanto, el 80 % que se encuentra justo por debajo de esta minoría sólo posee un 7 % de la riqueza del país. La desigualdad es máxima en el país más rico del mundo.
En Latinoamérica las desigualdades del sistema económico y la distribución de la riqueza y el dinero son aún más brutales. En México por ejemplo, hay 11 de los hombres más ricos del mundo, de los cuales está el que es catalogado como el más rico del mundo: Carlos Slim. Por otro, subsisten más de 50 millones de personas en pobreza. Este país es considerado por la OCDE como el segundo más desigual dentro de la organización, después de Chile. En Brasil vive el que es considerado como el hombre más rico de Sudamérica y el quinto más rico del mundo, Eike Batista y por otro lado subsisten 36 millones de pobres y posee una de las mayores desigualdades planetarias.
En Chile, por su parte, se tiene “la dicha” de tener 1.200 personas, que tienen ingresos por sobre los US$10 millones al año, según un estudio de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile. Este monto es casi 3.000 veces mayor que el ingreso promedio del 80% más pobre de la población. En otras palabras, el 1% más rico tiene el 30% de la riqueza del país. El estudio concluye que Chile es por lejos el más concentrado entre todos los países para los cuales existen datos basados en declaraciones tributarias oficiales y estimaciones de las ganancias de capital. Esto se demuestra al compararse internacionalmente, el 1% más rico de Chile recibe 2,6 veces más dinero como proporción del ingreso total del país que lo que recibe, en promedio, el 1% más rico de los otros países comparables bajo estos parámetros: Estados Unidos, Canadá, Alemania, Japón, España y Suecia.
Pero ¿y de donde ha venido tanta riqueza?. Algunas cifras hablan que, uno de cada 4 billonarios del mundo explota recursos naturales y 13 de los 100 hombres más ricos se dedican a actividades de minería y metalurgia. En el lado opuesto 2 de los 10 países más pobres llegaron a esa condición gracias al despojo de sus minerales, Surinam con el aluminio y Liberia con el hierro. La riqueza de pocos, resulta equivalente a la miseria de miles de millones que es resultado del modo capitalista de destrucción y desigualdad basado en relaciones de explotación que destruyen lo colectivo en un lado para acumular lo privado en otro.
En este panorama de economías altamente dependientes del sector financiero, en donde el dinero ha dejado hace mucho de ser un medio para ser un fin en si mismo y donde las grandes fortunas del mundo se sostienen en gran parte por la especulación del mercado, ¿qué alternativa tenemos? Sin lugar a dudas, cada vez son más fuertes las voces de alerta sobre el colapso inminente de nuestro sistema económico, en el sentido como lo conocemos, dada la insustentabilidad del propio promedio.
La sustentabilidad no sólo se trata de una cuestión ambiental o social, se trata de reconsiderar como llevamos nuestro estilo de vida. El dinero y los beneficios de este sistema son sólo para unos pocos, para el resto el sistema ofrece el crédito, herramienta para el “bienestar” de la población que es aún más nefasta y esclavizante. El dinero plástico, es hoy el dinero “corriente” de cada día, sin el cuál muchas personas no podrían llegar a fin de mes y no tendrían posibilidad de acceder a muchas de las comodidades (necesidades) de la vida moderna. En el otro lado de la moneda el crédito es una fuente importante de ingresos para los más ricos.
Hoy es necesario sentarnos a conversar sobre una reivindicación esperanzadora e inteligente sobre la necesidad de romper con la dictadura de los bancos, los estados y el dinero, y de encontrar alternativas. Hablamos de la necesidad de mirar el dinero con ojos distintos porque ha llegado el momento de dejar de ser clientes o esclavos y comenzar a volver a ser ciudadanos que exigen sus derechos y que colaboran al progreso de la sociedad. Con el beneficio como única prioridad, y a favor de buscar alternativas y luchar para que se apliquen, en lugar de seguir con políticas que no hacen más que hundirnos definitivamente en la miseria. En definitiva, acabar con la tiranía del dinero.
La vuelta a una economía real, a escala humana y solidaria, exige en principio reconsiderar nuestras necesidades reales para llevar una vida plena y feliz, cuestionando nuestro consumo actual y la manera cómo consumimos, considerando que es la principal actividad que nos relaciona con el mundo. Exige además, volvernos presentes en la manera en que hacemos uso de nuestro dinero, como herramienta de relacionamiento con nuestro entorno directo. Debemos percibir como el uso consciente de nuestro dinero influye directamente en nuestro beneficio y en el beneficio de otros, quienes nos venden o nos ofrecen un servicio. En ese sentido, la incorporación y el rescate de prácticas como el plantar nuestros propios alimentos, el ahorro, la economía solidaria, el mercado local y el comercio justo, deben ser parte fundamental de una nueva manera de cómo relacionarnos con el dinero.
Podemos seguir comprando en grandes supermercados, tiendas de departamento o cadenas de retail, endeudándonos con sus tarjetas de crédito y esclavizarnos hasta la muerte y las generaciones que nos siguen, o podemos por otro lado, comprar más en el comercio y negocios de barrio, pagando un poco más quizás que en los grandes establecimientos, pero es dinero que beneficia directamente a la gente que nos atiende, ahorrar para comprar a vista lo que realmente necesitemos, asociarnos a cooperativas de consumo para realizar compras masivas a precios justo, comprar cosas de orígenes locales o cercanos a tu comunidad para que el dinero quede dentro de tu comunidad. Tenemos la obligación y la posibilidad, como nunca antes, de saber el origen de las cosas que consumimos, mientras más locales, orgánicas y cercanas mejor, al final la oferta del momento de la supermegatienda significa un excedente de producción en las fábricas de textiles de Bangladesh, China o la India, en donde el salario ronda los 38 dólares el mes.
Al final, la descolonización del imaginario que nos permitirá salir de la alienación capitalista salvaje comienza con nuestra mente y nuestro cuerpo. Medita, reflexiona sobre tus actos, movilízate y actúa a favor de un mundo realmente libre, justo, solidario y más humano.