Por Natalie Harker.
Mural Web por Marko Franasovic.
Basado en la entrevista a la psicóloga Guadalupe Vázquez.
Se era tan feliz cuando no existía el dinero… o para ser más exactos, cuando nuestra mente aún no lo registraba como pilar de la existencia humana, días en los que aquel papel solo hacia parte de algunos juegos de mesa, premios de fantasía, o quizá, inexplicablemente para entonces, de algún tipo de disputa familiar.
Y es que desde nuestra familia, como lugar de referencia primaria, se nos muestra como básica nuestra noción de individualidad, y nos construimos atravesados por esa idea de pertenencia y ese sentido de propiedad. Para la psicóloga Guadalupe Vázquez, este es el asunto básico en nuestra construcción como sujetos, una noción de individuo que es en sí misma una construcción del capitalismo actual y que nos plantea un tipo de sujeto funcional a nuestro rol de ‘consumidores’ dentro de la sociedad. Es decir que nosotros, sin mayor cuestión, replicamos aquellas pautas de comportamiento que, basadas en un supuesto bien personal, olvidan que nuestro actuar como personas es indisociable a nuestro sentido de comunidad.
Así es como de forma inconsciente empezamos a limitar nuestro actuar a este molde de individuos en sociedad, pensando como positivo el hecho de obtener materialismo y convirtiendo esta idea en premisa determinante de nuestra interacción con los demás... Y es desde este momento que sin darnos cuenta, aquel papel tiene nombre, y ahora lanzamos los dados en este monopolio real, al que estamos programados a jugar para‘ganar’...
Si algo es común a los días en que el dinero no nos era nada, es que nuestras acciones eran realmente las deseadas, nuestras interacciones eran totalmente desinteresadas y espontaneas, y el intercambio aún no era una noción simbólica magnificada. Como nos comenta Guadalupe, “el dinero tiene un significante que se instala en lo simbólico a través de todos los discursos y esas cosas que desde pequeño te determinan… esa imagen mental construye un tipo de sujeto que vive dentro de una lógica donde el dinero se instala como objeto ‘fálico’, organizador de la persona”
Y desafortunadamente es así, la idea de vivir tan solo por el goce necesario de ‘interactuar’ con los demás, con el tiempo y sin opción, se convirtió en la noción obligatoria de ‘intercambiar’, la cual se instaló en la construcción de nuestra relación con los otros. Empezamos a ser aquellos sujetos que viven por conseguir una retribución material, o es que quien está exento hoy de afirmar que muchas de sus acciones son ‘motivadas’ por recibir a cambio un tallado fragmento de metal. Quien no ha olvidado un sueño por no tener ese “valioso” trozo inerte de naturaleza. Y en unas pocas líneas volvemos a recordar, se era tan feliz…
Y entonces ya no hay duda, nuestras vidas se basan en la incuestionable certeza de que el dinero es nuestra razón más fuerte de acción. Y pasan nuestros días sosteniendo esta ‘sobre-producción’ de egoísmo, competencia, violencia, acumulación y un profundo y absoluto malestar, nos permitimos actuar de una forma impuesta, desconocemos nuestra capacidad de realizar por miedo a “perder” o dar más delo que nos pueden entregar.
Parecen obvias las razones por las que nuestra idea de sí mismos ya no funciona más,pero nos acostumbramos a lo que nos fue dicho y nos es incómodo cuestionar. Guadalupe nos remite al ejemplo de la Argentina de los 90, cuando el país estaba viviendo en su máxima expresión el neoliberalismo y la ficción de la lógica de la acumulación, el consumo y el querer más. Pero este goce era mostrado siempre como inalcanzable, asegurando una insatisfacción constante.Por esto la sociedad está demostrando que aunque exista más dinero o se tengan más propiedades, la insatisfacción y la falta de bienestar se incrementan cada vez más.
Lo que debemos aceptar es que esta absurda materialidad nos ha sido asociada a sensaciones de bienestar, con términos como ‘éxito’, ’triunfo’ e incluso ‘dignidad’, es así como la psicología del dinero nos ha logrado manejar.Pero los objetos son externos a la persona,y de esta forma no nos pueden definir, y muchos menos podrán definir nuestra relación con los demás, contrario a lo que está ficción nos haría pensar, en donde un objeto externo nos define como seres dentro de la sociedad. El poder ‘vital’ que nos da el apego a lo material ha desplazado nuestra más propia y sincera realidad. Pero hasta que no reconstruyamos nuestra subjetividad y nuestras formas de relacionarnos con los demás, esta vida que hemos aceptado tampoco va a cambiar.
Ni se diga de nuestro días cuando se empieza a trabajar, concepto que no tiene relación directa con el actuar, pero que desde la familia se le exalta con una convicción real de que esto es base de nuestra independencia, que raro que se entiende bajo esta mirada a la libertad…y así se mecanizan nuestras vidas en horarios, presiones y oficinas, probablemente haciendo cosas fuera de nuestro deseoy traduciendo cada incomodo esfuerzo en centavos que pasaran por nuestras manos, y que por más que sean miles, nunca recompondrán nuestra anulada motivación.
Pero si nos es perjudicial ¿por qué lo tomamos como normal? toda la simbología alrededor del dinero, que se nos transmite desde la familia y el contexto, obedece a sostener este sistema de valores e ideas en torno a lo material y en base a un intercambio violento, en donde se busca ventaja. Esto nos indica un necesario cambio de rumbo, replantearnos como nuevos sujetos, construir nuevas formas de vida para lograr un paso placentero por este mundo, como diría Guadalupe, que la gente empiece a implicarse en lo que le pasa a sí misma. En pocas palabras,generar la transformación de lo que hoy nos lastima.