Los secretos de una lengua mestiza

Por: Ivonne Morales

Historia, pensamientos y sentimientos emergen al exterior con la construcción de un código común: El lenguaje. En este caso, la lengua Latinoamericana.

Una sospecha invadió las revolucionarias mentes del pasado, esas que rompieron con la concepción social del siglo XIX generando una nueva forma de interpretar, según Focault era que “el lenguaje dice más de lo que dice”. Inquietud que hacía eco en mi cabeza al vivir en Argentina, y es que aunque había dejado atrás las fronteras geográficas que me separaban de su gente, al dejar Chile, no dejaría de ver dichos límites.

La misma palabra se impuso en nuestras tierras tras la colonización. Los habitantes de ambos países somos, como gran parte de Latinoamérica, hispanohablantes, es claro que de ahí y del portugués surge el nombre de este misceláneo territorio geográfico. Por eso me parece pertinente reflexionar sobre nuestra lengua. Hemos sido víctimas del abuso lingüístico, la verborrea y la mentira de grandes políticos y dictadores, más de una huella en la historia nos une, sin embargo, existen barreras comunicacionales que nos separan aunque hablemos el mismo idioma, y lamentablemente esto ocurre con todos los países de la región.

Pertenecemos a los casi 600 millones de habitantes que desconocen sus 845 lenguas originarías, salvo en el caso de países como Paraguay que ha sido capaz de hacer convivir el español y su lengua indígena. Gracia que descubrí en un hostal de Buenos Aires cuando una joven estudiante paraguaya demostraba su molestia en guaraní, confesándome que el desconocimiento de ese lenguaje se concebía en su país como una muestra de ignorancia.

Nietzsche decía que las palabras al ser creadas, no indicaban un significado, sino que imponían una interpretación. Quizás como intérpretes del lenguaje latinoamericano hemos decidido manifestar nuestra concepción de esta sociedad a través del mismo. La jerga popular es una característica clara en la región latina y es reflejo de generaciones, sub-territorios, estratos sociales e incluso de manifestaciones casi inconscientes de la propia lengua originaria.

Mi curiosidad dentro de la ciudad del tango me llevó a descubrir que pocos argentinos sabían que “Che” significa “Gente” u “Hombre” para los Mapuches, o que “Quilombo” se extrajo de un lunfardismo cuyo significado era “prostíbulo.” Casi ningún chileno conoce que la costumbre de llamar “Guagua” a los bebes viene del quechua y el aymara, mientras que decirle “guata” al estómago o “pololos” a las parejas de novios es herencia del Mapudungun.

La paradoja de descubrir esto, después de pensar durante años que estás palabras pertenecían a una deformación de nuestra lengua oficial (gracias a una calificación impuesta que las tachaba como “simples modismos”) me aclaro el panorama y es que la sospecha de antaño no era infundada, nuestra lengua devela más de lo que somos capaces de percibir y la imposición foránea de ciertas verdades absolutas, fomenta la ignorancia de lo propio.

Por otra parte, creo que la introducción casi descabellada en Latinoamérica de algunos préstamos lingüísticos derivados del inglés, no habla de otra cosa que de la influencia del imperialismo en cada una de nuestras prácticas sociales. Este tipo de fenómenos, destapan la importancia de detenerse a comprender lo que dice realmente nuestra palabra en Latinoamérica y es que como diría Echeverría: el ser humano habita en el lenguaje y no hay forma alguna, fuera del mismo, de conocer su experiencia en el mundo.

Un camino geográfico por la lengua Latina

Español Boliviano:

En Bolivia existen modalidades y regionalismos del español hablado, especialmente en el departamento de Santa Cruz de la Sierra. Se trata en su origen de la extensión más norteña del antiguo y colonial dialecto del Cono Sur.

Español Cordillerano:

A lo largo de la Cordillera de los Andes desde el Ecuador hasta el trópico de Capricornio, se tienen influencias del quechua, del aymará y de otras lenguas autóctonas hoy extintas. Algunas palabras siguen en uso, por ejemplo del quechua: alpaca, guano, vicuña o china.

Español Caribeño:

Marcado con modismos, influenciado con el habla andaluza, canaria y sobre todo la presencia negra. Abarca los territorios isleños del Caribe, así como también las áreas costeras y, por extensión, el interior de Venezuela, el norte de Colombia y la mayor parte de Panamá. Es el que más se oye en las ciudades de Miami y Nueva York en Estados Unidos.

Español Centroamericano:

El español hablado en Centroamérica, el Arahuaco y el Caribe; también es la variante del idioma español empleada en las repúblicas centroamericanas de Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador y Guatemala junto con el estado sureño mexicano de Chiapas. Representa un estadio medio entre los dialectos de las tierras altas y bajas americanas.

Español Chileno:

Chile tiene sus principales diferencias frente a otros dialectos latinoamericanos en pronunciación, sintaxis y vocabulario. Es reconocido por tener una multiplicidad de tonos para cada situación y por su conjugación de la segunda persona singular (tú).

Español colombiano – ecuatoriano:

El español colombiano-ecuatoriano y con cierta prolongación en la costa norte de Perú es una mezcla del dialecto caribeño y el peruano ribereño. El centro urbano principal de la región es Guayaquil, igual que Bogotá y Quito, y hay importantes comunidades de raza negra principalmente en la costa colombiana (particularmente el departamento de Chocó) con sus modismos y usos locales.

Español Mexicano:

La forma o dialecto del español hablado en México principalmente en la zona centro presenta un sustrato indígena mayormente nahuatl, sobre el que se depositó la lengua castellana. Sin embargo, si bien en el léxico su influencia es innegable, apenas se deja sentir en el terreno gramatical.

En el vocabulario, además de los mexicanismos con los que se ha enriquecido la lengua española (como jícara , petaca, petate aguacate, tomate, hule, chocolate etc.) el español de México cuenta con muchos nahuatlismos que le confieren una personalidad léxica propia.

Español Mexicano del Norte:

El español usado en el norte de México (Chihuahua, Sonora, Nuevo León, Sinaloa y Coahuila) se diferencia del de otras regiones de México principalmente en la entonación de las palabras (acento norteño). Conserva las mismas diferencias que tiene el dialecto mexicano con respecto al español peninsular.

Español Puertorriqueño:

El español puertorriqueño es el dialecto del idioma español empleado en Puerto Rico. Se distingue por la aspiración de la /s/ final o interconsonántica al final de sílabas (transformando adiós en adioh u horas en horah), la elisión de las dentales en los sufijos ado, edo e ido y sus correspondientes formas femeninas convirtiéndose en ao, eo e ío, y la pérdida de la oposición fonológica entre r y l, que resultan alófonos, permitiendo tanto la forma señol como señor.

Español Paraguayo:

El Español usado en Paraguay al igual que en las provincias argentinas de Misiones, Corrientes, Formosa y Chaco se caracteriza por tener fuertes influencias del guaraní. Paraguay es el único país hispanoamericano con la mayoría de su población bilingüe. El Español paraguayo no difiere demasiado en su forma escrita del resto del español del Cono Sur.

Español Peruano:

En Perú hay dos formas características del habla. La primera es la ribereña propiamente tal y la modalidad central o limeña, cuyo origen fue en la ciudad de Lima de donde se irradió a toda la costa. Lima fue entre 1535 y 1739 la capital del imperio español en Sudamérica desde donde se irradiaba la cultura y su habla se convirtió en la más tradicional. La otra variedad principal del español de la costa del Perú es la aparecida luego de la penetración de los hábitos lingüísticos de la sierra y del ámbito rural a las ciudades de la costa y la propia Lima. Se podría catalogar a esta lengua de sub-culta y es hoy en día la que habla la juventud y las grandes mayorías residentes en la capital.

Español Rioplatense:

El español rioplatense es una variante del castellano que se usa en los alrededores del Río de la Plata, la provincia argentina de Buenos Aires y Uruguay. Se diferencia del castellano del resto de Latinoamérica principalmente porque en lugar de decir "tú" se utiliza "vos" (con una deformación verbal en la zona bonaerense), algunas palabras varían su acentuación y las palabras con "elle" suenan como “ye" y en algunas regiones como “sh”. Hay diferencias de vocabulario y de morfología entre el español argentino y el uruguayo. Ambos incorporan voces del guaraní: tapir, ananá, caracú, urutaú, yacaré, tapioca, mandioca.