Por: Natalie Harker
Realización Audiovisual: Sebastian Vazquez
Sin duda el sonido, más que solo escucharse, se siente. Quién no ha vibrado literalmente en algún concierto o recital, o a quién un viejo disco no lo ha hecho llorar. Su propiedad táctil abraza nuestro cuerpo, es toda una presencia que estimula e influye en nuestra energía. Determinadas frecuencias, instrumentos justos, siempre encontrando lo que se quiere escuchar. Así es el abrigo del sonido, que compone la música, pero que por sí mismo te puede sacar de esta realidad.
Esta experiencia es suprema si además se le atribuye esa intención. Solo en la medida que quien escucha se permita sentir es posible dejarse llevar por el vibrar. Un vibrar que comienza a tornarse armonioso desde la misma voz de quien toca los instrumentos. Así inició mi inmersión en el sonido, una experiencia cotidiana pues la música es presencia permanente, pero que de forma consciente y con sonidos intencionados despoja la mente para un total relajar.
Con instrumentos de sanación tradicionales de diferentes regiones como el gong chino, los cuencos tibetanos, la flauta doble nativa americana, el tambor celta, el didjeridu o la tambora de mar, el baño de sonido inicia. Cada instrumento es un protagonista que a la vez tiene un rol especial, esperando el momento para entrar, interactuar, e invadir hasta alejarnos de esta realidad. Siempre con la presente intención inicial de sanar lo que se necesite para lograr la total calma.
El sonido empieza a llegar, las ideas aún invaden mi mente y los pensamientos no paran de rotar. Quizá es el momento de relajar, de respirar, de reacomodar, mis plantas de los pies pueden sentir un soplo de calma que causa curiosidad. Esta es difícilmente una situación usual, el sonido puede abrumarte hasta que se sintonice tu verdad, lo importante es sentirse cómodo y calmar el cuerpo, que es la materialización de nuestra fuerza mental.
Tras unos arrullos más los instrumentos comienzan a variar, la sensación es acogedora y sin pensarlo mis brazos, mis piernas, mi cuerpo ya no pesa más. De repente es la mente la que empieza a actuar. Mi cuerpo se despoja de problemas que en el nunca han estado en realidad y mi mente inicia un proceso de quietud, parece que el alma flota y mi parte material hace parte de las notas al sonar. El sonido completa, hace las veces de ese cuerpo que se dejó atrás, para entregarse a sentir, y lograr regalarse por medio de esta caricia musical.