El descontento con nuestro modo de vida actual es algo colectivo. Una relación sana y transparente incluso con lo que ingerimos, parece inalcanzable. Ese sentimiento alojado en el silencio de una sociedad de arraigadas costumbres, hoy florece como una revolución que crece en distintos niveles y clasificaciones. Siempre hay cautelosos, nunca falta la pasión extrema…
Atrás quedaron las anacrónicas formas de protesta social, las pancartas pierden protagonismo en está pelea, la rebelión llegó al plato de comida y la razón va más allá de una dieta curiosa. Comenzó, en la mayoría de los casos, por una búsqueda de bienestar individual, pero hoy se fundamenta en una conciencia por el otro y por nuestro entorno social, económico y ambiental. Una revolución a la que se van sumando adeptos a lo largo de todo el mundo.
Una lucha individual y social que se diferencia en sus tendencias y grados. Los más cautelosos son los denominados flexitarianos, se dice que avanzan hacia una dieta vegetariana lenta, dejando de a poco el incrustado hábito de parrilla y reduciendo al mínimo el consumo de toda carne de origen animal. Muchos de ellos encuentran el consumo infrecuente de carne como una opción valida.
El concepto de vegetarianismo en sus orígenes surge para equilibrar ideales de vida con alimentación. Fue definido en Inglaterra, su cuna occidental, como una dieta sin ningún tipo de carnes ni pescados, pero con consumo opcional de huevos o productos lácteos. Definición aceptada por la Unión Vegetariana Internacional fundada en 1908 y que se mantiene hasta nuestros días.
La mayor parte de los vegetarianos en la India, que siguen está dieta por convicciones religiosas, y los vegetarianos clásicos herederos del griego Pitágoras, excluyen los huevos de su alimentación, pero incluyen la leche y sus derivados. Estos se denominan lacto-vegetarianos. A los que incluyen huevos y lácteos en las comidas se les llama ovo-lácteo-vegetarianos.
Con más fervor y conciencia sobre el maltrato animal surgen los veganos quienes se oponen tajantemente a la utilización industrial de animales para obtener bienes de consumo. No comen ni carne, ni leche, ni ninguno de sus derivados. Otros más extremistas son los frutívoros que sólo comen frutas y frutos secos o los crudívoros que sólo se alimentan de productos de origen vegetal sin cocinar. No comen pasta ni verduras hervidas.
Por otro lado, existe una corriente más radical enfocada en el problema de distribución económica, una gran rebelión al sistema imperante a través del plato: Los freeganos. Básicamente reciclan comida, comen los desechos de establecimientos o corporaciones, cuando aún se encuentra en condiciones para ser ingeridos. Van mucho más allá del tema saludable y animal. Freegans significa Vegano libre.
Según ellos mismos describen consiste en un boicot total al sistema económico, donde el beneficio ha eclipsado las consideraciones éticas y donde complejos sistemas de producción masiva aseguran que todos los productos que se compran tengan impactos perjudiciales. De esta manera, en vez de evitar la compra de productos de una mala compañía, sólo para beneficiar a otra, se alimentan de lo que se puede rescatar de la basura.
Finalmente, existen aquellos cuya lucha radica en la protección del medio ambiente y la libre elección del alimento que se consume, los ecotarianos, una forma de alimentación que tiene en cuenta el impacto de los productos que consumimos en términos de huella de carbono. También caben dentro de esta denominación aquellos que consumen solo alimentos que no son intervenidos artificialmente, ya sean de origen animal o vegetal.
Elegir esta corriente resulta bastante complejo, ya que involucra conocer el camino del alimento desde la materia prima hasta su comercialización. Sin embargo, existe la opción de adquirir productos orgánicos generados a nivel local. Hay muchos que optan emprender y difundir el auto- cultivo, la agroecología y la producción biodinámica, una elaboración a menor escala que respeta el ciclo natural de la ganadería y agricultura. Grandes ejemplos de ello en Buenos Aires, son emprendimientos como “La Choza” y el vivero orgánico Sonyando.
Para difundir estas nuevas opciones de alimentación en Capital Federal existe un espacio que reúne algunas estás nuevas alternativas denominado “El Galpón”, también están las ferias organizadas por el gobierno denominadas “Buenos Aires Market” y “El Green Fest Festival” de La Revolución de la Cucha