UNA ESPERANZA SUNTENTABLE EN LA SOCIEDAD DEL DESECHO

Por: Ivonne Morales

El estilo de vida actual encarcelado por la competitividad del mercado inmobiliario, y la percepción de que todo aquello que llega a nuestras manos tiene fecha de caducidad, provoca la frivolización de un vergonzoso contexto: para gran parte de la humanidad el acceso a un lugar digno para vivir es un sueño inalcanzable y no solo en términos de vivienda (con un 30% de población afectada) sino también en cuanto al territorio que todos habitamos, el planeta.

Sin embargo, hoy surge una tendencia innovadora que atraviesa la arquitectura en distintas zonas del mundo, se basa en una conciencia ecológica y solidaria en la que se busca utilizar los residuos para la construcción de viviendas o lugares para la comunidad. Así nace en Guatemala el popular “eco- ladrillo”, innovación de Pura Vida, movimiento ecológico del manejo alternativo de desechos sólidos fundado en 2004.

La construcción con botellas de plástico desechables o de vidrio (un método popular en la Isla del Tigre- Canadá) implica un bajo costo de construcción, una reutilización creativa de la basura y brinda mejores condiciones térmicas. Razón por la cual la iniciativa comienza a expandirse en zonas de Latinoamérica como Chile, Colombia, Honduras, Bolivia, Perú y Argentina.

Llega a ciudades como Córdoba, Iguazú y Buenos Aires, ciudad en la que existe un banco de ecoladrillos, fundado por dos norteamericanas que visitaron el país y que recolecta, distribuye y difunde el funcionamiento de este nuevo eco-mecanismo de construcción. Este espacio se desarrolla en el Centro Verde de Barracas.

Por otro lado, existe la noble iniciativa de la asociación civil Hogar Dulce Hogar en la Plata, conformada por 10 estudiantes universitarios, cuyo objetivo es brindar mejores condiciones de vida a familias de bajos recursos y reducir el impacto de la contaminación ambiental. Actualmente trabajan en una habitación más para los niños de una familia con 8 nenes que solían dormir en un espacio de 4x4.

Según comentan Agustina e Ignacio, cabezas de la iniciativa platense, “los mismos niños nos ayudan a construir, la idea es que las personas aprendan de esté mecanismo que es simple y puedan levantar, reparar y ampliar su hogar con sus propias manos.” Así como hizo hace unos meses la chilena Jeanette Alvares, quien no tenía donde vivir y decidió construir su casa con 4 mil botellas de plástico, aunque en este caso rellenas de arena, ahorrando 1.130 dólares en ladrillos.

Una luz de esperanza se enciende en el camino de un sistema social que prioriza lo desechable, pero que es el que precisamente debiese ser desechado. Iniciativas que quieren multiplicarse en todo el mundo para eliminar así la deprimente desigualdad económica que nos consume y la desfachatez con la que simplemente habitamos la Tierra.

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Entrevistados:

Agustina Pino, Presidenta de asociación Hogar Dulce Hogar.

Ignacio Hrabar, Secretario de la asociación Hogar Dulce Hogar.