Por: Ivonne Morales
No me considero una integrante ferviente de la “Liga comunista”, pero Marx tenía razón al decir que el neoliberalismo nos obliga de manera casi imperceptible a necesitar productos prácticamente irrelevantes en nuestra vida cotidiana, hoy lo puedo asegurar tras la práctica, luego de abandonar momentáneamente mi actividad en la sociedad chilena, para tratar de insertarme aquí en Buenos Aires. En mis primeros días en Argentina, note como un país que no se ha marginado completamente de la política imperialista de mercado, ha sido capaz de disminuir notablemente la invasión de los mercados extranjeros, al menos mucho más que en mi amada tierra. Una política un tanto “proteccionista” para las ambiciones del primer mundo.
El pequeño y mítico chino de la esquina no cumplió nunca con mis expectativas de solucionar mi vida con un simple paseo al supermercado, estaba acostumbrada a las grandes cadenas que respondían a todas mis demandas de alimento, bebestible, librería, utensilios de cocina y hasta electrodomésticos. Cajeros automáticos universales que interceptaban mi camino por doquier y no tenía que caminar por horas para encontrar uno que reconociera la tarjeta para acceder a mi dinero. Además de la no despreciable oferta tecnológica, que aseguraba la comodidad de mi vida, tanto dentro como fuera de casa.
Claramente no fue tarea fácil dejar tal lujo e insertarme en este nuevo sistema. Recordaba los aplausos y la gran parafernalia que recibía el Gobierno de Ricardo Lagos en Chile, tras la firma del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos. El más importante de una seguidilla de tratados, que evidenció el acceso deliberado de artículos y empresas foráneas al país. Si hay algo que no puedo negar es que, en la inmediatez, la vida de los Chilenos se tornó más fácil y por qué no decirlo, sabrosa, el pecho se nos hinchaba de orgullo cuando nos ubicábamos en el top ten de los rankings de prosperidad económica Latinoamericana, pero a pocos les crecía el bolsillo y la vida se tornaba cada vez más cara.
Acá descubrí entonces, otra realidad, un país que asegura algo de autonomía aunque en la práctica la comodidad se viese truncada, y por supuesto, junto a las contradicciones evidénciales de toda administración, en este caso McDonald’s que me abofetean el rostro cada cuatro cuadras en zonas muy concurridas como Microcentro o Palermo, casi con la misma frecuencia que un cajero automático universal en mi país. Es difícil arrancar de las garras de las transnacionales, excluyendo Cuba y a Venezuela, todo Latinoamérica ha ido firmando tratados primermundistas e insertándose cada vez más en el libremercado. Me asustan los extremos, así que prefiero pensar que aunque medios Venezolanos hayan llamado “Cristina Chávez” a Kirchner, tras las trabas a las importaciones impuestas por el Gobierno Bonaerense en el último tiempo, Argentina no llegará a ese Nivel.
Según Althussar toda sociedad necesita un sistema económico predominante, para funcionar y el Estado a partir de aparatos ideológicos como la familia, la educación o la Iglesia (entre otros) se preocupan de reproducir el sistema para que la fuerza de trabajo (ósea, nosotros) cumplamos nuestra función. Es una teoría que me hizo bastante juicio al salir de mi burbuja educacional, histórica, familiar y evidentemente económica, y pisar Argentina. Reconoces las diferencias desde el sistema de cambio hasta las conversaciones frecuentes en una reunión. Y es que nos diversificamos, no solo porque se interpone una cordillera, sino porque también nos atraviesa una ideología y una economía que la sustento.
Está claro que tenía algo de consciencia sobre la diferencia al atravesar la cordillera, mis razones para estudiar en Buenos Aires son obvias, viniendo de un país en donde lamentablemente la educación es un lucro y un negocio descarado. Sin embargo, no pensé que modificaría tanto mi cotidianidad. Aunque amo mi país, hoy celebro, no fanáticamente, el cuidado al mercado nacional y me pongo de pie para aplaudir el subsidio de servicios básicos como el transporte, los gastos comunes y la educación en Argentina. Aunque lamentablemente aun sigo siendo testigo de una inflación descabellada y se suman trabas incoherentes al ingreso de productos internacionales que si me parecen importantes ¿Existe acaso un sistema económico ideal y realmente justo?